Daily Devotionals

Devotional: October 3rd

“Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie”

(Joshua 1:3).

Dios dio al pueblo de Israel la tierra de Canaαn. Era suya por promesa divina, pero todavνa faltaba que se apropiasen de ella. La regla para poseerla era: “Yo os he entregado todo lugar que pise la planta de vuestro pie”.
Dios nos ha dado muchas promesas grandes y preciosas. La Biblia estα llena de ellas. Pero debemos apropiarnos de ellas por la fe. Solamente entonces son realmente nuestras.

Tomemos, por ejemplo, las promesas relacionadas con la salvaciσn. El Seρor promete repetidamente que darα la vida eterna a los que se arrepienten de sus pecados y reciben a Jesucristo como Seρor y Salvador. Sin embargo, la promesa no es nuestra hasta que la reclamamos confiando en el Salvador de los pecadores.
΅Vayamos un paso mαs allα! Una persona puede creer verdaderamente en el Seρor Jesucristo y no obstante no disfrutar de la seguridad de la salvaciσn. Puede llegar a pensar que es presuntuoso decir que es salvo y asν condenarse a vivir en duda y oscuridad. La Palabra promete que aquellos que creen en el Nombre del Hijo de Dios tienen vida eterna (1 John 5:13), pero ιsta debe apropiarse por la fe para poder disfrutarla.

A Dios le gusta que confiemos en ιl. Le agrada cuando le tomamos la Palabra. Se siente honrado cuando pedimos las promesas mαs increνbles y contamos con ellas como algo hecho.

Un dνa cuando Napoleσn pasaba revista a sus tropas, de repente su caballo se desbocσ tan violentamente que el Emperador estuvo en peligro de caer al suelo. Un soldado raso corriσ hacia adelante, cogiσ las riendas y tranquilizσ al caballo.
Plenamente consciente de que su ayudante era un humilde soldado raso, Napoleσn le dijo: “΅Muchas gracias, Capitαn!” Tomαndole la palabra, el soldado raso replicσ, “ΏDe quι regimiento, seρor?”

Mαs tarde, cuando el soldado raso contaba el incidente a sus amigos, se burlaban de su confianza al pensar que ya era capitαn. ΅Pero era verdad! El Emperador se lo habνa dicho asν y ιl habνa reclamado el ascenso ahν mismo.
En cierto modo la situaciσn del creyente es similar. Puede ser un capitαn o permanecer como soldado raso. Puede disfrutar las riquezas que son suyas en Cristo Jesϊs o vivir en pobreza espiritual y material. “Podemos tener tanto de Dios como queramos. Cristo pone la llave de la cαmara del tesoro en nuestra mano y nos ofrece coger todo aquello que queramos. Si un hombre es admitido en la cαmara de un banco donde se guardan montones de lingotes de oro y se le dice que se sirva y sale con una peseta, Ώquiιn tiene la culpa de que siga siendo pobre? ΏDe quiιn es la falta si el pueblo cristiano tiene porciones tan insuficientes de las riquezas gratuitas de Dios?” (McLaren).

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